viernes, 2 de mayo de 2014

El cole de mi barrio

He de reconocer que, de partida, creía que sus reivindicaciones eran absurdas, más fruto de la pereza que de la realidad de una ciudad donde todo está cerca y que apenas hay distancias. Pero lo cierto, como me decía alguien cercano, es que hasta que no te toca de cerca no sabes cómo te podrías sentir y que estarías dispuesto a llegar adonde haga falta y hablar con quien sea para lograr que tu hijo pueda estudiar en el colegio de su barrio. Así son los padres del colectivo "Quiero aprender en mi barrio", quienes me han dejado sin palabras estos días, no sólo por el objetivo de su lucha, sino por la capacidad de organización, el trabajo en equipo o la solidaridad en unos tiempos en los que no miramos más allá de nuestro ombligo.


Los 9 años de enseñanza Primaria forjan el carácter de un niño y su futuro, aunque luego por distintas circunstancias se vean alterado. Además, estamos hablando de niños de 3 años, a los que no puedes "condenar" desde pequeños a madrugar, a "arrastrarlos" durante 15, 20 ó 30 minutos andando todos los días para llegar a su colegios, en el caso de que no tengan coche, a "obligarlos" a quedarse al comedor cuando apenas han aprendido a usar los cubiertos en la mesa. Comprendo, porque tengo una hija pequeña, que quieran que sus hijos estudien en el colegio que tienen a 5 ó 7 minutos de casa.

El problema está en que Educación quiere aplicar la misma vara de medir en todo Aragón, y ni en este tema ni en otros, puede hacerse porque cada ciudad tiene sus características y cada colegio unas realidades. El departamento se aferra como un clavo ardiendo al acuerdo que se tomó hace más de año y medio en el Consejo Escolar Municipal, de equilibrar la oferta educativa, y que si se abren otras vías, quedará alterado este equilibrio y que otros centros perderían aulas.

Pero me temo que el próximo curso la realidad será tozuda, y verán como aumentan los niños en los barrios periféricos y disminuyen en el centro, algo que afecta a colegios como El Parque. Es así, la ciudad crece y los oscenses optan por vivir lejos del centro, donde sólo quedan ya oficinas y comercios.